Di no a la conciliación de la vida personal y la vida laboral

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Inspirada en una frase del post Conciliación de mi amigo Noeseso -que conviene leer por los relevantes y críticos datos de los que se hace eco y que espero comentar más adelante- me descuelgo con el eslogan juguetón que da título a este post.

Nótese que verbo es el que siempre se emplea al abordar la irracionalidad de los horarios españoles, los problemas derivados de las largas jornadas laborales y la incorporación de la mujer al mercado de trabajo es conciliar. Veamos la definición de la RAE:

1. tr. Componer y ajustar los ánimos de quienes estaban opuestos entre sí.

2. tr. Conformar dos o más proposiciones o doctrinas al parecer contrarias.

Como diría mi amigo, no es eso. No se trata de componendas, ajustes o “conformaciones”. El problema no radica en la forma sino en el fondo. Porque mientras abordemos la cuestión con esa pobreza de miras estamos condenados al absurdo.

Quien habla de conciliación, usa una palabra pequeña y expresa un pensar pequeño, porque asume que se trata de ajustar horarios (re-partirse), sin tener por ello que pensar demasiado ni profundamente, sin tener que revisar los supuestos en los que se basa el modelo laboral ni de sociedad en el que nos movemos, sin tener que filosofar.

Para el gestor de la conciliación se trata de coordinar dos actividades definidas por el eje dentro-fuera. Ya lo decían Epi y Blas. Epi: estoy dentro de casa (vida familiar y personal), Blas: estoy fuera de casa (vida laboral). Se trata por tanto de dos estados espacio-temporales excluyentes, actividades  contrarias porque se lastran la una a la otra, tiran en direcciones -que no sentidos- opuestas. Y en medio, el ser humano, enajenado, como un muñeco de trapo zarandeado por dos niños que se pelean por él. Re-partido.

Un enfoque tan pequeño solo proporciona respuestas pequeñas, pseudosoluciones. De lo que se trata es de pensar en grande, de filosofar. Necesitamos proyectos creadores de sentido, capaces de comprehender todas las dimensiones del ser humano sin fragmentarlo en una yuxtaposición/superposición de actividades y estados discontinuos y deslavazados, o lo que es peor, opuestos, como apunta el afán conciliador.

Yo no quiero conciliar mi vida personal y profesional, lo que quiero es un proyecto vital -generador de consecuencias que deben ser escuchadas e implementadas- capaz de dotar de un sentido unitario a estas dos dimensiones.

En el mismo barco. Bajo el mismo cielo.