Schopenhauer, Sobre la Filosofía de Universidad, Madrid, Tecnos, 1991. [Gracias, Ismael, por regalarme este libro y tantos otros].
Fragmentos:
¡Oh, qué va a ser de ti, mi pobre Juan del desierto! Porque casi seguro que lo que ofreces no se ajusta a la tácita convención de los señores de la filosofía lucrativa. Te mirarán como a uno que no ha aceptado las reglas del juego y que, por tanto, amenaza con destruirlos a todos, es decir, como su adversario y su enemigo común.
(…)
El que esté interesado en el conocimiento, y no en la filosofía del Estado ni en la filosofía de broma, el que esté interesado por tanto en la búsqueda seria y sin contemplaciones de la verdad, que se dirija a cualquier parte menos a las universidades, porque aquí su hermana, la filosofía ad norman conventionis, ejerce el mando y es la que dicta los platos del menú. Cada vez me hago más la opinión, en efecto, de que para la filosofía sería muy saludable dejar de ser una forma de ganarse el sustento, sin estar ya más presente en la vida burguesa, representada por profesores. Es una planta que, al igual que la rosa de los Alpes, solo crece en el aire libre de la montaña, degenerando sin embargo con cuidados artificiales.
(…)
Y así sucede con muchos filósofos, que han podido engrosar la lista de los grandes porque llenaron muchas cuartillas y supieron granjearse la estimación general de sus colegas (…) por eso bien en las revistas especializadas, bien en sus propias obras, ningún profesor de filosofía se privará de tomar en la consideración que merecen las correspondientes ocurrencias del otro, con solemne ademán y seriedad profesional (…) En justa compensación, su aborto recibe luego el mismo honor.
(…)
Algunos de ellos, conscientes de la dificultad, se han aprovisionado de un repertorio de pensamientos ajenos, la mayoría incompletos y siempre comprendidos muy superficialmente (…) Van con ellos de aquí para allá, y buscan siempre ajustarlos unos con otros como si se tratara de fichas de dominó (…) Estos están permanentemente ocupados comparando y ponderando opiniones ajenas, en vez de entregarse a las cosas mismas (…) entre ellos se dice:
“En cuanto a nosotros, señores, tenemos la costumbre
de redactar con amplitud, de punto en punto,
todo lo que se piensa, pero nosotros no pensamos en absoluto”
Voltaire
El auténtico filosofar requiere autonomía.