El juego de la filosofía

Juguemos. Juguemos a pensar, a imaginar, a analizar relaciones entre conceptos. Juguemos a señalar que el emperador está desnudo, a dialogar en el mercado, a ir más allá de lo evidente, cuestionar la autoridad, a desobedecer, a interrogar tradiciones, a preguntar por qué. No dejemos de recrearnos a cada paso, en cada interrogante. No esperemos nada. No pretendamos nada. La experiencia se basta a sí misma.

La misión

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En un post de hace un par de días intentaba exprimir mi experiencia como profesora y condensarla a grandes rasgos en unas enseñanzas sencillas y breves, como piedras preciosas en bruto, en espera de ser pulidas. Acometía así un ejercicio de reflexión personal, una revisión en busca de lo esencial, y lo hacía en público porque la regeneración de la enseñanza debe ser y será una tarea colectiva, o no será.

En uno de esos apuntes aludía al cariño como motor de cognición, al establecimiento de vínculos afectivos con los alumnos y a la apertura del docente al sentido. Podía haberlo llamado amor. Ya es hora de perder el miedo a las grandes palabras, sin que ello acarre carencia de sutileza y capacidad crítica. Para eso está la filosofía.

Hoy, buscando una lectura con la que iniciar el día y reposar mi espíritu inquieto esta semana -intuyo que por buenas razones- me he encontrado con estas palabras del filósofo Edgar Morin, que refuerzan mi concepción de la tarea docente:

«¿Quién educará a los educadores?» Será una minoría de educadores, animados por la fe en reformar el pensamiento y regenerar la enseñanza. Serán unos educadores que tengan interiorizado ya en ellos el sentido de su misión. (…) La enseñanza debe volver a ser no solo una función, una especialización, una profesión, sino una tarea de salvación pública: una misión.

Una misión de transmisión.

La transmisión necesita evidentemente competencia, pero requiere además una técnica, un arte.

Necesita lo que no está indicado en ningún manual, pero que Platón ya había señalado como condición indispensable de toda enseñanza: el eros, que es a la vez deseo, placer y amor, deseo y placer de transmitir, amor al conocimiento y amor por los alumnos. El eros permite dominar el placer ligado al poder en provecho del placer unido al don. Esto es lo que en primer lugar puede suscitar el deseo, el placer y el amor del alumno y del estudiante.

La misión supone evidentemente la fe, fe en la cultura y fe en las posibilidades del espíritu humano.

La misión es pues muy alta y difícil, puesto que supone al mismo tiempo arte, fe y amor.

Este texto pertenece al libro La mente bien ordenada, en la que el autor reivindica la necesidad de una reforma del pensamiento que supere los problemas derivados de la hiperespecialización, en pro de una visión global y esencial. Morin cree, y yo con él, que en este desafío será de radical importancia enseñar la condición humana, enseñar a vivir, y que los filósofos debemos encarar dicha tarea, sin por ello abandonar las investigaciones que nos son propias.

LA FILOSOFÍA DE LA VIDA

El aprendizaje de la vida debe dar a la vez la conciencia de que la “vida verdadera”, para adoptar la expresión de Rimbaud, no se halla tanto en las necesidades utilitarias de las cuales nadie puede escapar, sino en el cumplimiento de uno mismo y la calidad poética de la existencia, que vivir requiere de cada uno a la a la vez lucidez y comprensión, y de manera general la movilización de todas las aptitudes humanas.

La enseñanza de la filosofía podría revitalizarse para el aprendizaje de la vida. Podría proporcionar entonces como viático para el camino de los productos más preciosos de la cultura europea: la racionalidad crítica y autocrítica, que precisamente permite autoobservarse y facilita la lucidez, y, por otra parte, lo que aparecerá en el capítulo siguiente, la fe incierta.

De este modo, la filosofía, recobraría grande y profunda su misión al contribuir a la conciencia de la condición humana y al aprendizaje de la vida. Como ya lo indican los gabinetes y los cafés de filosofía, la filosofía toca a la existencia de todo el mundo y a la vida cotidiana. La filosofía no es disciplina, es una potencia de interrogación y de reflexión que no sólo versa sobre los conocimientos y la condición humana, sino también sobre los grandes problemas de la vida. En este sentido, el filósofo debería estimular en toda parte la aptitud crítica y autocrítica, fermentos irremplazables de la lucidez, y animar por doquier a la comprensión humana, tarea fundamental de la cultura.

En eso estamos. A esta percepción de la tarea y misión de la filosofía, cada vez más extendida y mejor asimilada, unimos nuestros esfuerzos.




Educación y creatividad

Magnífica conferencia de Ken Robinson sobre la importancia de la creatividad y sobre cómo los actuales sistemas educativos acaban con ella.

No os la perdáis, es divertidísima.

Pronto empezaré a dar clases de filosofía en un colegio. Estoy segura de que, a pesar de las limitaciones resultantes del contexto, podré enfocar la asignatura de manera creativa, y en ello estoy trabajando. Hay además algunas cuestiones interesantes que me surgen al hilo de esta tarea y que comparto con vosotros:

1. ¿Cuál es el papel del cuerpo en la enseñanza-aprendizaje de la Filosofía? Como dice Ken Robinson, empezamos a educar a los niños de cintura para arriba para luego enfocarnos en sus cabezas (y particularmente en un lado de sus cabezas). Los efectos son nefastos. Creamos seres humanos mutilados, raquíticos y desconectados de sí mismos.

2. ¿Cómo tomar en consideración el estilo kinestésico? Los alumnos en los que predomina este estilo de aprendizaje prefieren hacer, moverse y vivenciar las cosas para aprender. ¿Qué puede hacer la clase de filosofía ante esto?

3. ¿Es posible y enriquecedora una cierta «feminización» de la filosofía tal y como la conocemos o es esta una materia inherentemente neutral en la que el género poco importa?

Curso de Marià Corbí en Madrid

Estimados lectores:

el próximo 17 de enero, ASEPRAF organiza un pequeño curso con Marià Corbí, filósofo y autor de Hacia una espiritualidad laica. Sin creencias, sin religiones sin dioses y El camino interior más allá de las formas religiosas, entre otros muchos títulos publicados. Podéis conocer más de él visitando la web del centro que dirige: http://www.cetr.net/index.php
Aprovecho el espacio del blog para difundir el programa y animar a los interesados a inscribirse lo antes posible.

Un saludo,

Ada

Curso ESPIRITUALIDAD LAICA Y CULTIVO DE LA CUALIDAD HUMANA

con Marià Corbí

DOMINGO 17 DE ENERO, 10-14H

Programa


10-12. Exposición teórica y coloquio con los asistentes.

Marià Corbí planteará la necesidad de una espiritualidad laica o, en sus propios términos, de una «cualidad humana profunda», heredera del cultivo de las grandes tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad, pero sin creencias ni religiones, y en una sociedad globalizada en la que todas las tradiciones son ya nuestras. El Dr. Corbí partirá del análisis de la estructura de la lengua, como factor diferenciador de nuestra estirpe humana, y desde ahí analizará el papel de los mitos, símbolos y rituales como sistemas de programación de los colectivos en las sociedades preindustriales y pondrá de manifiesto que cada vez que hay un cambio de modos de sobrevivencia, hay cambio mítico-simbólico y cambio religioso.  Seguidamente, analizará la estructura de las nuevas sociedades que viven de la creación continua de conocimientos y tecnologías para ver sus consecuencias en los antiguos sistemas de programación, que eran también vehículo de expresión de la sabiduría y la cualidad humana honda durante miles de años. La conclusión es que las sociedades que viven de cambiar continuamente no pueden tener acceso a una espiritualidad vehiculada por estructuras apoyadas en sistemas de creencias que bloquean el cambio. Si no queremos perder el legado universal de nuestros antepasados y si queremos dar una base sólida de cualidad humana a las nuevas sociedades, hemos de buscar la manera de hacer viable una espiritualidad laica, que no empiece de cero, sino que recoja la herencia de las religiones y espiritualidades de la historia humana.


12-14. Práctica de silencio.

Marià Corbí explicará un ejemplo de cultivo de la cualidad humana profunda con el método Jñana Yoga (crear silencio en la mente mediante la misma mente) y guiará a los asistentes en un ensayo de meditación de la escuela hindú “vedanta advaita”, que procede sin creencias y sin dioses. Tras el ejercicio, habrá tiempo para comentarios y preguntas.

Marià Corbí

Doctor en Filosofía y director del Centro de Estudio de las Tradiciones Religiosas (CETR) de Barcelona. Ha sido profesor de ESADE y de la Fundación Vidal y Barraquer. Ha dedicado su vida al estudio de las consecuencias ideológicas y religiosas de las transformaciones generadas por las sociedades de la innovación o sociedades post-industriales. Entre sus publicaciones cabe destacar: Proyectar la sociedad, reconvertir la religión (Herder, 1992), Conocer desde el silencio (Sal Terrae, 1992), Religión sin religión (PPC, 1996), El camino interior más allá de las formas religiosas (Bronce, 2001. Editorial Viena para la edición en catalán), Métodos de silenciamiento (CETR, 2006), Hacia una espiritualidad laica: sin creencias, sin religiones, sin dioses (Herder, 2007).

Destinatarios

Público en general interesado en la materia.

Precio

General: 50 €

Socios de ASEPRAF: 30 €

* El dinero recaudado se destina exclusivamente a costear los gastos que ocasiona la realización del curso (alojamiento, viaje, etc.). ASEPRAF  es una asociación sin ánimo de lucro.

Lugar

C/Pisuerga, 3 – Madrid

Certificación

Los alumnos que así lo soliciten recibirán un Certificado de Realización y Aprovechamiento expedido por ASEPRAF, en el que constarán los contenidos y número de horas del curso.

Inscripción

Hasta el 21 de diciembre, enviando un correo a asepraf@asepraf.org , con el asunto CURSO CORBÍ.

La filosofía, ejercicio de sí

Mi amigo Salva, de la Universidad de Murcia y actualmente en París terminando su tesis doctoral, me envía este texto de Foucault, que reproduzco por su relación con los temas tratados en el blog:

Hay momentos en la vida en los que la cuestión de saber si se puede pensar distinto de cómo se piensa y percibir distinto de cómo se ve es indispensable para seguir contemplando o reflexionando. Quizá se me diga que estos juegos con uno mismo deben quedar entre bastidores, y que, en el mejor de los casos, forman parte de esos trabajos de preparación que se desvanecen por sí solos cuando han logrado sus efectos. Pero, ¿qué es la filosofía hoy -quiero decir la actividad filosófica- si no el trabajo crítico del pensamiento sobre sí mismo? ¿Y si no consiste, en vez de legitimar lo que ya se sabe, en saber cómo y hasta dónde sería posible pensar de otro modo? Siempre hay algo de irrisorio en el discurso filosófico cuando, desde el exterior, quiere ordenar a los demás, decirles dónde está su verdad, cómo encontrarla, o cuando se siente con fuerzas para instruirles proceso con positividad ingenua; pero es su derecho explorar lo que, en su propio pensamiento, puede ser cambiado mediante el ejercicio de un saber que le es extraño. El «ensayo» -que hay que entender como prueba modificadora de sí mismo en el juego de la verdad y no como apropiación simplificadora del otro con fines de comunicación- es el cuerpo vivo de la filosofía, si por lo menos ésta es todavía lo que fue, es decir, una «ascesis», un ejercicio de sí, en el pensamiento.

Foucault, El uso de los placeres.

Sobre la orientación filosófica según Peter Raabe

Continúo con mi lectura del libro de Jose Barrientos: Introducción al asesoramiento y a la orientación filosófica, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2005.

Esta vez traslado al blog la valoración de lo expuesto sobre la concepción de la orientación filosófica de Peter R. Raabe.


raabe

En primer lugar, encuentro valioso el desarrollo de métodos de enseñanza de habilidades de pensamiento crítico y creativo, posiblemente trasladable además a la educación secundaria, pero me resisto a creer que absolutamente todos nuestros malestares, problemas e insatisfacciones arraiguen en errores cognitivos.

La semejanza del método de Raabe con la psicología cognitiva resulta obvia y él mismo apeló en su momento a ella para justificar la eficacia de la orientación filosófica (a falta de datos propios, vacío que intenta llenar con sus investigaciones actuales). En esta línea de argumentación, tampoco tiene problema en declarar que la orientación filosófica va a recuperar el lugar que la psicología le ha robado.

No obstante, la orientación filosófica de Raabe no se reduce a psicología cognitiva (particularmente por la llamada fase de trascendencia). Además, según creo, los orientadores filosóficos deberían diferenciarse de los psicólogos cognitivos en la manifestación de una mayor competencia o expertise en estas lides (un tratamiento de las cuestiones más profundo y complejo).

Concuerdo con este filósofo práctico en considerar que a las habilidades racionales (detección de falacias, análisis de la estructura de los argumentos y de los supuestos que subyacen a estos, etc.) resulta necesario sumar habilidades de escucha y de empatización, tema al que personalmente creo que debe dedicarse una atención particular (estoy leyendo el Manual para la ayuda psicológica: dar poder para vivir. Más allá del counseling, de Miguel Costa y Ernesto López, y espero publicar algo al respecto próximamente).

También valoro positivamente la última fase del método de Raabe dirigida a elevarse por encima de la cotidianidad: la fase de trascendencia. Sin embargo, si durante esta estapa, al igual que en el resto del proceso, “no se analizan personas sino argumentos”, veo que esa trascendencia está en la práctica muy limitada a los elementos del pensamiento racional, o, lo que me parece peor, a los conceptos, métodos y teorías filosóficas (por lo general  pertenecientes a la historia ortodoxa de la filosofía occidental; en el caso de Raabe se mencionan la fenomenología y la hermenéutica como fundamentos de una de las fases de su método). Por eso me parece que el sustantivo “trascendencia” puede resultar algo equívoco, pues podría interpretarse como la posibilidad de ir más allá del pensamiento conceptual, cuando en realidad se trata de una mayor profundización y abstracción y de un aumento de las alternativas contempladas (pensamiento creativo y alternativo). Opino que esta fase supone una diferencia de grado respecto a las anteriores, no una diferencia cualitativa. No obstante, no lo juzgo esto como algo negativo, simplemente  creo que no agota todas las posibilidades de la filosofía, que intuyo puede tener objetivos aún más ambiciosos. En todo caso, insisto, valoro que Raabe no reduzca la orientación filosófica a la resolución de problemas cotidianos, porque empiezo a tener claro que este es un propósito u objetivo que no me satisface plenamente. Peor aún encuentro el ofrecer respuestas definitivas y fabricadas a cuestiones esenciales de la vida, algo de lo que afortunadamente este filósofo se desmarca claramente.

Por último, quiero señalar el anuncio en el libro de  la próxima publicación de Philosophical Counselling and Unconscious (desconozco si ha tenido ya lugar), pues viene a ser una respuesta inesperada a mi declarada insatisfacción sobre el actual tratamiento del inconsciente en la Práctica Filosófica. En este sentido, resulta interesante la propuesta de Raabe de hablar, no de inconsciente, sino de pensamiento no reflexionado, creencias, valores y asunciones no examinadas,  propósitos ignorados y olvidos no intencionados. Podría resultar más operativa para nosotros.

A propósito de Achenbach

En Filopraxis, seguimos con nuestras lecturas. Este mes estamos leyendo Introducción al asesoramiento y la orientación filosófica, de José Barrientos y he pensado en trasladar al blog los comentarios que me va suscitando, dado que de esta manera posibilito conocer opiniones de personas ajenas al grupo. Recientemente he recibido aportaciones de desconocidos dotadas de un sorprendente sentido.

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Gerd B. Achenbach (pp. 41-62)

Según lo describe J. Barrientos, G. B. Achenbach defiende el método «beyond-method» (el método más allá del método) en el ejercicio del asesoramiento u orientación filosófica. Con ello niega el aprendizaje estandarizado: cada consultor debe crear y desarrollar sus propias categorías y técnicas, particularmente a raíz de su encuentro con el consultante. Se trata, dice, de ser un artista, no un restaurador (ni un crítico de arte ni un historiador, podríamos añadir). De esto no se deriva la carencia de fuentes o el desconocimiento de los métodos filosóficos, sino la posibilidad de poder apelar creativamente a una variedad de perspectivas, métodos y técnicas.

Desde mi punto de vista, este eclecticismo metodológico no supone, por sí mismo, un problema, máxime teniendo en cuenta la ausencia de diferencias en la efectividad en los distintos modelos de psicoterapias y relaciones de ayuda, dato que, sin versar específicamente sobre el Af, a mi entender resulta esclarecedor.

Estas consideraciones sobre el no-método achenbachiano, por otro lado susceptible de crítica por motivos en los que no me detendré hoy, me reafirman en la intuición de que la práctica del Af debe ser el fruto de un proceso de maduración personal, de un recorrido filosófico y existencial encarnado en la propia vida. En esto, el Filósofo Asesor se aproxima a los filósofos antiguos que, como magistralmente ha expuesto Pierre Hadot, concebían la filosofía como modo de vida, y no solo como actividad teorética, significado al que se vio generalmente reducida después. Por esta razón, entiendo que las prácticas filosóficas, el asesoramiento, el diálogo y los talleres filosóficos deberían ser una consecuencia natural que acompañe a la propia «vida filosófica» (concepto que, por otra parte, no se me pasa por alto que habría que dilucidar). Creo que sin ese primer elemento de compromiso personal no hay nada original ni sustancioso. El desarrollo de técnicas y métodos vendría después, o incluso de modo simultáneo, pero su aprendizaje estandarizado, practicado por las vías  didácticas habituales, y su profesionalización no asegurarían la experiencia de este origen instransferible, sin la cual la labor de filósofo asesor no solo quedaría desvirtuada, sino que también acabaría convirtiéndose, en mi opinión, en algo impracticable.

Me quedo con ganas de conocer ese «segundo Achenbach» orientado hacia el arte de vivir y la sabiduría del que habla Barrientos al final del capítulo, ya que cada vez me siento menos próxima a la definición del asesoramiento filosófico como resolución de problemas y más interesada en una concepción más amplia e incluso desprofesionalizada de la Práctica Filosófica.

Una voz propia

Gracias, Carlos.

 

 

 

Yo antes sabía escribir. Quiero decir: sabía quién era cuando lo hacía. Conocía las palabras, los gestos, los lugares y las formas. Sabía de este amor, de este dolor. De este no sé qué que cercenaba.

Pero esa pluma no puede escribir ahora estas letras. Primero, porque ya no estoy donde estaba ni veo a quien antes veía. La que te habla ha cambiado. No se reconoce en esos verbos, en esa carne imaginada.

Segundo, porque la labor es otra. Se trata de filosofía. Y yo nunca he escrito antes sobre filosofía. Quiero decir: lo he hecho mil veces. Mil veces que valen tanto como ninguna. Mil ausencias, mil fingimientos, mil normas y simulacros.

Un único camino. Señalizado y cómodamente transitable. (Pasen y vean). Fácil, ¿no?

Pero, ahora, no puedo escribir de esa manera. No puedo ser ni la prosa ardiente ni la voz simulada. La tarea que entreveo, que casi ni me atrevo a mirar, no me permite abordarla fragmentada, escondida, ni acobardada. No se doblega en mis manos. No se deja moldear. No admite trucos. Se me impone, grande y sola. Mucho más grande que yo.

La miro y callo. Callo y cito. Callo y copio. Callo y leo. Y leo. Y leo. Y repito.

Repito las voces de otros. Otros a los que admiro, porque veo en ellos lo que sé está en mí. Lo sé porque lo he vislumbrado.

Pero no basta.

Esta filosofía que se me muestra y me silencia, que manda callar a unos y otros -personajes…-, me pide un compromiso, un salto al vacío, un riesgo, una apuesta, un abandono. Me pide una voz propia.

Y yo la miro y doy rodeos, vueltas por aquí y allá. ¡Es demasiado pronto! Me digo. Todavía he de conocer esto y aquello, y acaso eso otro también. ¡No estoy preparada!

… No olvido mis antiguas pautas.

Pero ya no puedo más. La cabeza me pesa demasiado, está muy llena de todo y de nada. Necesito sacar a la luz todo este peso y este vacío. Tirar del hilo. Pasar a la acción, pensar por mí misma. Filosofar, al cabo.

Esta filosofía no puede prescindir de la emoción porque me exige poner en juego todo lo que yo soy. No sobran las palabras sencillas ni las grandes, ni el amor, no hay normas prefijadas. No admite la vergüenza, ni el pasado.

La filosofía se ha hecho vida, y no entiende de simulacros. A todo atañe, y de cara a lo real ha de se escribirse.

Así que esta es mi declaración: No sé nada. Tampoco sé escribir. Pero allá voy.

El filósofo según Pierre Hadot

… este «filósofo» estará expuesto a muchos riesgos. El primero sería satisfacerse con el dicurso filosófico. Existe un abismo entre las bellas sentencias y la verdadera decisión de cambiar de vida, entre las palabras y la toma de conciencia efectiva o la transformación real de sí mismo. Además, por lo visto, la razón más profunda de la «teorización» de la filosofía es esa tendencia en cierta forma connatural del filósofo y que lo lleva a contentarse con el discurso, con la arquitectura conceptual que elabora o vuelve a elaborar o admira.

(…) Otro peligro, el peor de todos, sería creer que es posible prescindir de la reflexión filosófica. Es necesario que el modo de vida filosófico se justifique en un discurso racional y motivado. Este discurso es inseparable del modo de vida. (…) Sin esta reflexión, la vida filosófica corre el riesgo de caer en la trivialidad, o en la sosería, o en los buenos sentimientos, o en la aberración. Sin duda, no se puede contar con haber escrito uno mismo la Crítica de la razón pura para vivir como filósofo. Mas sin embargo vivir como filósofo es precisamente también reflexionar, razonar, conceptualizar, de una manera rigurosa y técnica, «pensar por uno mismo», como decía Kant. La vida filosófica es una búsqueda que jamás termina.

Por último, nunca habrá que olvidar, a pesar de las tenaces frases estereotipadas que no deja de haber en los manuales, que la vida filosófica antigua siempre se vinculó íntimamente con el interés por los demás y que esta exigencia es inherente a la vida filosófica, sobre todo cuando se vive en el mundo contemporáneo. Como lo dice G. Friedmann: «Un sabio moderno (si existiera) no se apartaría hoy día, como lo hicieron tantos estetas con asco, de la cloaca de los hombres».

Pierre Hadot (1995), ¿Qué es la filosofía antigua?, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1998, pp. 303-304.

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