¿Cuál es la causa de tu aflicción: las cosas mismas o tus opiniones sobre la cosas?

Los hombres se ven perturbados no por las cosas, sino por las opiniones sobre las cosas. Como la muerte, que no es nada terrible -pues entonces también se lo habría parecido a Sócrates- sino que la opinión sobre la muerte, la de que es algo terrible, eso es lo terrible. Así que cuando suframos impedimentos o nos veamos perturbados o nos entristezcamos, no echemos nunca la culpa a otro, sino a nosotros mismos, es decir, a nuestras opiniones. Es propio del profano reclamar a los otros lo que uno mismo ha hecho mal; el reclamarse a sí mismo, propio de quien ha empezado a educarse; propio del instruido, el no reclamar ni a los otros ni a sí mismo.

Epicteto, Manual, 5.

Filosofía e Invulnerabilidad

Dos testimonios de filósofos que exhortan a liberarse de la ansiedad por la posición social:

«La cabeza de los demás es un lugar demasiado desdichado

para que en él se asiente la auténtica felicidad«.

Schopenhauer, Parerga y Paralipómena (1851).

«La felicidad y la libertad comienzan con la clara comprensión de un principio: algunas cosas están bajo nuestro control y otras no. (…) Bajo control están las opiniones, las aspiraciones, los deseos y las cosas que nos repelen (…) Fuera de nuestro control, sin embargo, hay cosas como el tipo de cuerpo que tenemos, el haber nacido en la riqueza o el tener que hacernos ricos, la forma en que nos ven los demás y nuestra posición en la sociedad. Debemos recordar que estas cosas son externas y por ende no constituyen nuestra preocupación. Intentar controlar o cambiar lo que no podemos tiene como único resultado el tormento».

Epícteto, Manual de Vida.

Ni vergüenza, ni culpa

A continuación copio otro breve texto del filósofo estoico Epicteto (s. I), esta vez sobre la gradual extinción de la culpa como signo de progreso moral:

Si lo que sentimos acerca de las cosas es lo que nos atormenta, más que las cosas en sí mismas, resulta absurdo culpar a los demás. Por consiguiente, cuando sufrimos un revés, una molestia o una aflicción, no les echemos la culpa a los demás, sino a nuestra propia actitud. La gente mezquina suele reprochar a los demás su propio infortunio. La mayoría de la gente se lo reprocha a sí misma. Quienes se consagran a una vida de sabiduría comprenden que el impulso de culpar a algo o a alguien es una necedad, que nada se gana con culpar, ya sea a los demás o a uno mismo.

Crea tu propio mérito

«No dependas nunca de la admiración de los demás. No tiene ningún valor. El mérito personal no puede proceder de una fuente externa. No la encontrarás en las relaciones personales, ni en la estima de los demás. Es cosa probada que las personas, incluso quienes te quieren, no estarán necesariamente de acuerdo con tus ideas, no te comprenderán ni compartirán tu entusiasmo. ¡Madura! ¡A quién le importa lo que los demás piensen de ti!

Crea tu propio mérito.

El mérito personal no puede alcanzarse mediante la relación con personas de gran excelencia. Te ha sido encomendada una labor que debes llevar a cabo. Ponte manos a la obra, hazlo lo mejor que puedas y presciende de quien pueda estar vigilándote

 

Epicteto, Un manual de vida.