A la caza de la falacia

Una falacia es un argumento que parece que es correcto pero que no lo es. La Lógica ha clasificado multitud de tipos y si estamos atentos podemos encontrarlas en nuestras conversaciones cotidianas, en los discursos de los políticos y personajes públicos y tras muchas creencias populares. De hecho, son el tipo de error que impiden que tenga lugar un diálogo racional.

¿Una vez apelaste a San Cucufato para encontrar las gafas y al segundo las encontraste? Quizá después te sentiste seducido por la falacia post hoc…

Esta falacia o error argumentativo consiste en creer que si B (encontrar las gafas) ha sucedido inmeditamente después de A (plegaria a San Cucufato), A es causa de B. Ciertamente muchas personas establecen una conexión causal de este modo, obviando que si bien la sucesión en el tiempo es una condición necesaria para establecer una relación causa-efecto, no es condición suficiente. Este error se encuentra en la base de muchas supersticiones.

Por ejemplo, una vez un alumno me dijo que creía que gracias a que había evitado pasar por debajo de una escalera antes de entrar a un examen había obtenido una buena nota (cuando no era lo habitual). Había establecido uno nexo causal sólo porque una cosa había sucedido después de otra, sin tener ninguna otra prueba de relación entre estos dos sucesos.

No obstante, a veces atender a la mera sucesión entre dos fenómenos puede ser razonable. Por ejemplo, si como marisco y al segundo me salen manchas en la piel no es irracional sospechar que lo primero podría ser causa de lo segundo, pero una cosa es tomar algo como base para la investigación y posterior verificación y otra establecer una conexión causal. Para evitar caer en esta falacia simplemente no adelantes conclusiones e investiga si realmente tienes buenas razones para pensar que dos sucesos están relacionados.

Resumiendo, ¿puede un sabio ser un imbécil?

* Os dejo otro ejemplo de consulta, para que podáis valorar con más fundamento si os apetece colaborar con una pregunta en la sección de la revista Filosofía Hoy en la que escribo. Ésta fue publicada en el nº 8.

– ¿Qué hacer si conoces a una persona muy inteligente y sabia pero que como persona es lamentable? C. C. Facebook

Desde aquí no vamos a dar una respuesta concreta sobre qué has de hacer, pero sí podemos destacar algunas de las principales problemáticas que subyacen a la cuestión que planteas y así animarte a continuar una reflexión autónoma. Verás que tu pregunta dispara al corazón mismo de la cultura occidental.

En primer lugar, te animaría a cuestionar el uso que haces del término “sabio”, porque surge de un olvido histórico de la naturaleza de la verdadera sabiduría. En todas las grandes tradiciones, el concepto de sabiduría está ligado a un saber vivir, a una prudencia en el manejo de la propia vida, y en ese arte de vida juegan un papel fundamental las relaciones con los demás. El sabio no es, por tanto, un mero erudito, esto es: una persona instruida en varias ciencias o materias. ¿Podría tu pregunta estar relacionada con esta confusión entre sabiduría y erudición? Parece que naturalmente intuyes que alguien sabio no debería comportarse de modo indigno con los demás y eso te produce un extrañamiento y un dilema entre la atracción hacia una compañía que podría ser profunda y rica y el rechazo hacia una conducta que deja mucho que desear. Para clarificar tu situación te haría una pregunta: ¿estás identificando la complejidad con la profundidad? Muchas veces funcionamos con el supuesto de que las personas, experiencias o ideas complejas han de ser también profundas pero ¿es posible que algo que sea complejo pero no profundo? ¿Por qué asumimos que lo sencillo y fácil es superficial o carece de mérito o interés?

En segundo lugar, puede serte útil cuestionar un mito construido en torno a la Ilustración y tener en cuenta que alguien puede ser “adicto” al conocimiento/saber (¿o deberíamos decir más bien al consumo de información?), como otras personas lo son a las compras. Puede que recuerdes que en el número anterior de FH, reflexionábamos sobre la lectura reivindicándola como ejercicio filosófico, pero la moneda tiene siempre dos caras: uno puede consumir libros como quien consume comida rápida. Se me ocurren varios motivos para leer y ninguno de ellos parece hacernos más sabios: buscar las ideas que cuentan con mayor legitimidad y adquirir así una seguridad prestada evitando tener que pensar por uno mismo; evadirse de la propia vida y no hacer frente al vacío, a nuestros problemas u a otras facetas humanas que tememos afrontar… La erudición no tiene por qué ir de la mano del desarrollo real e integral de un individuo y, de hecho, puede ser una vía de escape socialmente aceptada.

Por último, no podrás contestar a tu pregunta sin clarificar qué buscas en el encuentro con otro ser humano. ¿Escoges a tus amistades? ¿En función de qué? Como ves, una buena pregunta siempre es origen de otras muchas.

¿Tienes una pregunta?

Amigos,

desde hace un año vengo colaborando en la revista Filosofía Hoy, una publicación de venta en quioscos y única en su temática. En ella podréis encontrar filosofía, claro, pero también actualidad, ciencia, literatura, arte… y la sección de Filosofía Práctica de EQUÁNIMA. Son varias las cosas que vengo trabajando en ella, principalmente los ejercicios filosóficos, cuya práctica también facilito a través del servicio online Philosophy & Crafts, pero me gustaría retomar un formato que no utilizamos desde hace números y es el de abordar preguntas filosóficas personales. La idea no es dar una respuesta cerrada y definitiva a la pregunta del lector o una solución a un problema, sino ver qué líneas filosóficas emergen de la pregunta, trazar un primer mapa para la exploración, iniciar un pequeño diálogo.

Así que si te apetece participar haciéndome llegar una pregunta que te gustaría empezar a examinar desde el punto de vista filosófico y leer mi respuesta en próximos números de FH, puedes escribirme a agalan@equanima.org

Os dejo como ejemplo una consulta publicada en el número 6 de FH.

A veces me he imaginado en mi lecho de muerte. Cuando se lo he comentado a alguna amiga, me ha mostrado su desagrado y me ha dicho que en esas cosas es mejor no pensar. ¿Es malo pensar en la propia muerte?

No necesariamente. El hecho de pensar en nuestra propia muerte no es algo perjudicial en sí mismo, pues es una puerta que puede llevarnos a recordar qué es lo verdaderamente importante en nuestra vida y revelar la escasa importancia de muchas de nuestras preocupaciones cotidianas. Tomar conciencia de nuestra finitud como individuos produce un potente cambio de perspectiva desde la que mirar el mundo y nos da una sana medida con la que juzgar las cosas que nos suceden. Además, nos permite profundizar en el valor de cada instante, en verdad irrepetible.

Curiosamente, lo que nos narras es similar a un ejercicio meditativo practicado por la escuela estoica, consistente en representarse la muerte en el pensamiento y mirarla de frente recordando que no es un mal. De hecho, ya desde Séneca la filosofía ha sido presentada como un “aprender a morir” y en el seno de la tradición filosófica puedes encontrar muchas lecturas que te ayudarán a comprender en qué sentido puede uno aprender a morir y qué relevancia tiene esto en la propia forma de vivir la vida. Una primera lectura, breve pero muy interesante, puede ser la Carta a Meneceo, de Epicuro.

Sin embargo, una advertencia: una cosa es comprender nuestra naturaleza, lo cual es siempre liberador, y otra estar preso de una obsesión que acarrea emociones negativas como temor y desasosiego, más aún si es sobre la muerte, uno de los mayores enigmas a los que se ha enfrentado la humanidad. Como dice una máxima de La Rochefoucauld: “Ni el sol ni la muerte pueden mirarse con fijeza”, así que estate atenta a si esta idea es recurrente y si te viene como impuesta desde fuera o si realmente es un ejercicio voluntario del intelecto. Ten en cuenta que una constante representación anticipada de la propia muerte te desvincula del presente y te impide disfrutarlo. Aprender a vivir en el ahora es una de las actitudes que más felicidad nos aporta.

El juego de la filosofía

Juguemos. Juguemos a pensar, a imaginar, a analizar relaciones entre conceptos. Juguemos a señalar que el emperador está desnudo, a dialogar en el mercado, a ir más allá de lo evidente, cuestionar la autoridad, a desobedecer, a interrogar tradiciones, a preguntar por qué. No dejemos de recrearnos a cada paso, en cada interrogante. No esperemos nada. No pretendamos nada. La experiencia se basta a sí misma.

Inauguración Café Filosófico EQUÁNIMA

EQUÁNIMA, Laboratorio Filosófico Empresa-Sociedad, inaugura este jueves a las 19h. su café filosófico en el Barrio de Las Letras.

– ¿Y qué es un café filosófico?

El Café Filosófico es un diálogo, una investigación en comunidad, que busca profundizar en nuestras ideas y creencias.

– ¿Cómo funciona?

El Café gira en torno a la pregunta. El filósofo-asesor, que actúa como facilitador del café, abre con preguntas la sesión, estimula el diálogo y facilita la profundización en los temas.

– ¿Quién puede participar?

Cualquiera con ganas de dialogar y aprender. Es una experiencia abierta a todos para la que no es necesaria formación filosófica previa.

– ¿Quién lo organiza? ¿Qué es EQUÁNIMA?

EQUÁNIMA es una entidad sin ánimo de lucro, apartidista y laica, dedicada a promover la actitud filosófica en la sociedad, en las personas y en la acción emprendedora y empresarial. Pronto estrenaremos web.

– Vale, me gusta. ¿Sobre qué dialogaremos este jueves?

Empezamos fuerte. La pregunta con la que nos estrenamos es:

«¿Qué buscamos en la vida?»

Nuestra filósofa asesora Mª Ángeles Quesada nos acompañará en esta indagación conjunta.

Si te apetece participar, no lo dudes, apúntate al evento que hemos creado en facebook. ¡Te esperamos!

Ejercicios espirituales o filosóficos

¡Emprender el vuelo cada día! Al menos durante un momento, por breve que sea, mientras resulte intenso. Cada día debe practicarse un “ejercicio espiritual” -solo o en compañía de alguien que, por su parte, aspire a mejorar-. Ejercicios espirituales. Escapar del tiempo. Esforzarse por despojarse de sus pasiones, de sus vanidades, del prurito ruidoso que rodea al propio nombre (y que de cuando en cuando escuece como una enfermedad crónica). Huir de la maledicencia. Liberarse de toda pena u odio. Amar a todos los hombres libres. Eternizarnos al tiempo que nos dejamos atrás.

G. Friedmann, La Puissance et la sagesse, París, 1970, p. 359. Citado por Pierre Hadot, Ejercicios espirituales y filosofía antigua, Madrid, Siruela, 2006, p. 23.


Con el término «ejercicios espirituales», el filósofo francés Pierre Hadot ha querido rescatar el valor de los ejercicios realizados en el seno de las diversas escuelas filosóficas de la antigüedad grecorromana. La expresión sirve para subrayar que estas prácticas no se reducen a  ejercicios del pensamiento, ya que en ellos participan la emoción y la imaginación; remiten, por tanto, a la totalidad del individuo.

A mi modo de ver, sería más claro utilizar el término «ejercicios filosóficos» para denominar estas prácticas, por tratarse de una expresión libre de tintes religiosos, siempre que entendamos que el adjetivo «filosóficos» apunta a una concepción de la filosofía como una forma de vivir y a una actitud (pincha aquí para leer mi respuesta a la pregunta «¿qué es y para qué sirve la filosofía?»).

Son varias las prácticas procedentes de las tradiciones filosóficas que pueden ser trasladadas y adaptadas a los contextos y circunstancias espirituales contemporáneos. Muchos filósofos vienen trabajando en esta línea, aunque no todos saben hacerlo con el rigor y la profundidad propios de esta disciplina.

La filósofa Mónica Cavallé, exponente en nuestro país del asesoramiento filosófico y ejemplo de que la orientación práctica de la filosofía y su divulgación no tienen por qué significar pérdida de rigor o trivialización, recomienda a sus consultantes llevar a cabo prácticas filosóficas en su día a día (Mónica Cavallé y Julián D. Machado (eds), Arte de vivir, arte de pensar, Desclée, Bilbao, 2007, pp. 71-72.), por ejemplo:

  • recapitulación de lo acontecido durante el día para tomar conciencia de las propias conductas y disposiciones (ejercicio inspirado en el examen de conciencia introducido por la escuela pitagórica)
  • técnicas de vigilancia y de atención a sí mismo
  • observación desapegada de pautas que se deseen comprender (una versión contemporánea de este ejercicio aquí, por la asesora filosófica Mª Ángeles Quesada)
  • momentos dedicados a la reflexión o lectura filosófica
  • mantenimiento de un diario en el que se registren las propias observaciones y comprensiones

Por su parte, en el libro Ejercicios espirituales y filosofía antiguaPierre Hadot describe y recalca el valor de los ejercicios practicados por las escuelas helenísticas, como la estoica:

  • la atención
  • la meditación
  • la  rememoración de cuanto es beneficioso
  • la lectura
  • la escucha
  • el estudio
  • el examen en profundidad
  • el dominio de uno mismo
  • el cumplimiento de los deberes
  • la indiferencia ante las cosas indiferentes

O la epicúrea, que además de la meditación y el estudio propone:

  • la relajación
  • el placer intelectual por la contemplación de la naturaleza
  • la rememoración de placeres pasados y futuros
  • la amistad

Subraya también la importancia dada por los filósofos antiguos a tres aprendizajes:

  • aprender a dialogar (el diálogo socrático como ejercicio común que invita al examen de la propia consciencia)
  • aprender a morir
  • aprender a leer

Es fácil intuir el potencial transformador de todas estas prácticas: los ejercicios suponen un cambio de visión del mundo, una metamorfosis de la personalidad, pero no está clara la manera en que pueden integrarse en la vida personal y en la vida pública contemporáneas. En esta tarea, maravillosamente creativa, estamos implicados los enamorados de esta dimensión práctica de la filosofía: en crear espacios y tiempos en los que cultivar la actitud filosófica, a solas y en comunidad.

Para saber más:


CAVALLÉ, Mónica, La sabiduría recobrada, Madrid,   Ediciones Martínez Roca, 2006. Recensión aquí.

HADOT, Pierre, Ejercicios espirituales y filosofía antigua, Madrid, Siruela, 2006.

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Nota: este post es una variación del artículo que escribí el 19 de agosto del año pasado para el blog del proyecto Fenareta, con el que colaboro.

¿Qué es la filosofía y para qué sirve?

Por lo general, se entiende por filosofía una disciplina académica, esencialmente teórica y especulativa, ejercida por un reducido grupo de especialistas bajo la forma de un discurso autorreferencial y complejo, cuando no directamente incomprensible. Vivir y filosofar son, según esta concepción, dos actividades separadas, o incluso de naturaleza opuesta.

Sin embargo, lo cierto es que la filosofía nació en la antigua Grecia como un modo de vida y una opción existencial y, de hecho, se la consideraba el principal arte de vida. El discurso filosófico y la producción de textos, en los que se suele centrar la atención en clase (tanto en Secundaria como en la Universidad) son la consecuencia o acompañamiento de esta forma de vida, y su función es precisamente sustentar y fundamentar la “vida filosófica” con el rigor que les es propio.

La verdadera filosofía está, pues, plenamente conectada con la vida y permanece atenta a las dimensiones y problemas humanos, ya sean de naturaleza individual como social.  Su práctica nos modifica y transforma, compromete lo que somos. Es, por tanto, una disciplina útil.

No obstante, resulta frecuente encontrar en los circuitos académicos la idea de que la dignidad de la filosofía radica precisamente en su presunta inutilidad. Podríamos expresarlo del siguiente modo:

  • la filosofía no es útil porque no se subordina a nada, es un fin en sí misma, por eso es la más libre y excelsa de todas las actividades humanas

A mi modo de ver, esta tesis se origina en el falso dilema «libertad versus utilidad». Como explica la filósofa española Mónica Cavallé (La sabiduría recobrada, Madrid, Ediciones Martínez Roca, 2002, p. 27 y ss.), aquellos que defienden la inutilidad de la filosofía, y sospechan de toda orientación práctica de la misma, identifican utilidad con servilismo e ignoran el concepto de utilidad intrínseca.

En efecto, la utilidad puede entenderse al menos de dos maneras: como utilidad extrínseca o instrumental (medio para alcanzar un fin) o como utilidad intrínseca (el medio ya es el fin). La filosofía no es valiosa porque se subordine a un fin externo, sino porque es una actividad radicalmente libre y útil para el ser humano, ya que nos remite al cumplimiento de uno mismo y satisface la exigencia de sentido. Esta fertilidad de la filosofía no acarrea traición ni servilismo. Al contrario, solo así entendida la filosofía alcanza toda su plenitud.

La práctica filosófica bien entendida arroja valiosos frutos, como la alegría o el gozo de ser, pero lo que la mueve, su impulso, es sencillamente la sed de  verdad (por muy problemático que sea utilizar este concepto en el seno de nuestra disciplina, no renuncio a él) y no el deseo de seguridad o bienestar psicológico. Es quizá ésta una de las diferencias de fondo entre la filosofía y a la autoayuda. Esta última, por lo general, suele convertir al lector en el receptor pasivo de un producto masticado. La filosofía, por el contrario, trata precisamente de facilitar el proceso de alimentarse y “digerir” por uno mismo, de recuperar la confianza en el ejercicio del propio pensamiento. Es por ello que la aproximación a las ideas y textos  de filósofos  nunca debe hacerse desde la memorización mecánica y acrítica sino desde la re-apropiación y la re-creación experiencial.

Nunca me cansaré de decirlo: la filosofía no es adoctrinamiento. La filosofía es el cultivo consciente de la libertad.

Curso de Marià Corbí en Madrid

Estimados lectores:

el próximo 17 de enero, ASEPRAF organiza un pequeño curso con Marià Corbí, filósofo y autor de Hacia una espiritualidad laica. Sin creencias, sin religiones sin dioses y El camino interior más allá de las formas religiosas, entre otros muchos títulos publicados. Podéis conocer más de él visitando la web del centro que dirige: http://www.cetr.net/index.php
Aprovecho el espacio del blog para difundir el programa y animar a los interesados a inscribirse lo antes posible.

Un saludo,

Ada

Curso ESPIRITUALIDAD LAICA Y CULTIVO DE LA CUALIDAD HUMANA

con Marià Corbí

DOMINGO 17 DE ENERO, 10-14H

Programa


10-12. Exposición teórica y coloquio con los asistentes.

Marià Corbí planteará la necesidad de una espiritualidad laica o, en sus propios términos, de una «cualidad humana profunda», heredera del cultivo de las grandes tradiciones religiosas y espirituales de la humanidad, pero sin creencias ni religiones, y en una sociedad globalizada en la que todas las tradiciones son ya nuestras. El Dr. Corbí partirá del análisis de la estructura de la lengua, como factor diferenciador de nuestra estirpe humana, y desde ahí analizará el papel de los mitos, símbolos y rituales como sistemas de programación de los colectivos en las sociedades preindustriales y pondrá de manifiesto que cada vez que hay un cambio de modos de sobrevivencia, hay cambio mítico-simbólico y cambio religioso.  Seguidamente, analizará la estructura de las nuevas sociedades que viven de la creación continua de conocimientos y tecnologías para ver sus consecuencias en los antiguos sistemas de programación, que eran también vehículo de expresión de la sabiduría y la cualidad humana honda durante miles de años. La conclusión es que las sociedades que viven de cambiar continuamente no pueden tener acceso a una espiritualidad vehiculada por estructuras apoyadas en sistemas de creencias que bloquean el cambio. Si no queremos perder el legado universal de nuestros antepasados y si queremos dar una base sólida de cualidad humana a las nuevas sociedades, hemos de buscar la manera de hacer viable una espiritualidad laica, que no empiece de cero, sino que recoja la herencia de las religiones y espiritualidades de la historia humana.


12-14. Práctica de silencio.

Marià Corbí explicará un ejemplo de cultivo de la cualidad humana profunda con el método Jñana Yoga (crear silencio en la mente mediante la misma mente) y guiará a los asistentes en un ensayo de meditación de la escuela hindú “vedanta advaita”, que procede sin creencias y sin dioses. Tras el ejercicio, habrá tiempo para comentarios y preguntas.

Marià Corbí

Doctor en Filosofía y director del Centro de Estudio de las Tradiciones Religiosas (CETR) de Barcelona. Ha sido profesor de ESADE y de la Fundación Vidal y Barraquer. Ha dedicado su vida al estudio de las consecuencias ideológicas y religiosas de las transformaciones generadas por las sociedades de la innovación o sociedades post-industriales. Entre sus publicaciones cabe destacar: Proyectar la sociedad, reconvertir la religión (Herder, 1992), Conocer desde el silencio (Sal Terrae, 1992), Religión sin religión (PPC, 1996), El camino interior más allá de las formas religiosas (Bronce, 2001. Editorial Viena para la edición en catalán), Métodos de silenciamiento (CETR, 2006), Hacia una espiritualidad laica: sin creencias, sin religiones, sin dioses (Herder, 2007).

Destinatarios

Público en general interesado en la materia.

Precio

General: 50 €

Socios de ASEPRAF: 30 €

* El dinero recaudado se destina exclusivamente a costear los gastos que ocasiona la realización del curso (alojamiento, viaje, etc.). ASEPRAF  es una asociación sin ánimo de lucro.

Lugar

C/Pisuerga, 3 – Madrid

Certificación

Los alumnos que así lo soliciten recibirán un Certificado de Realización y Aprovechamiento expedido por ASEPRAF, en el que constarán los contenidos y número de horas del curso.

Inscripción

Hasta el 21 de diciembre, enviando un correo a asepraf@asepraf.org , con el asunto CURSO CORBÍ.