¿Tienes una pregunta?

Amigos,

desde hace un año vengo colaborando en la revista Filosofía Hoy, una publicación de venta en quioscos y única en su temática. En ella podréis encontrar filosofía, claro, pero también actualidad, ciencia, literatura, arte… y la sección de Filosofía Práctica de EQUÁNIMA. Son varias las cosas que vengo trabajando en ella, principalmente los ejercicios filosóficos, cuya práctica también facilito a través del servicio online Philosophy & Crafts, pero me gustaría retomar un formato que no utilizamos desde hace números y es el de abordar preguntas filosóficas personales. La idea no es dar una respuesta cerrada y definitiva a la pregunta del lector o una solución a un problema, sino ver qué líneas filosóficas emergen de la pregunta, trazar un primer mapa para la exploración, iniciar un pequeño diálogo.

Así que si te apetece participar haciéndome llegar una pregunta que te gustaría empezar a examinar desde el punto de vista filosófico y leer mi respuesta en próximos números de FH, puedes escribirme a agalan@equanima.org

Os dejo como ejemplo una consulta publicada en el número 6 de FH.

A veces me he imaginado en mi lecho de muerte. Cuando se lo he comentado a alguna amiga, me ha mostrado su desagrado y me ha dicho que en esas cosas es mejor no pensar. ¿Es malo pensar en la propia muerte?

No necesariamente. El hecho de pensar en nuestra propia muerte no es algo perjudicial en sí mismo, pues es una puerta que puede llevarnos a recordar qué es lo verdaderamente importante en nuestra vida y revelar la escasa importancia de muchas de nuestras preocupaciones cotidianas. Tomar conciencia de nuestra finitud como individuos produce un potente cambio de perspectiva desde la que mirar el mundo y nos da una sana medida con la que juzgar las cosas que nos suceden. Además, nos permite profundizar en el valor de cada instante, en verdad irrepetible.

Curiosamente, lo que nos narras es similar a un ejercicio meditativo practicado por la escuela estoica, consistente en representarse la muerte en el pensamiento y mirarla de frente recordando que no es un mal. De hecho, ya desde Séneca la filosofía ha sido presentada como un “aprender a morir” y en el seno de la tradición filosófica puedes encontrar muchas lecturas que te ayudarán a comprender en qué sentido puede uno aprender a morir y qué relevancia tiene esto en la propia forma de vivir la vida. Una primera lectura, breve pero muy interesante, puede ser la Carta a Meneceo, de Epicuro.

Sin embargo, una advertencia: una cosa es comprender nuestra naturaleza, lo cual es siempre liberador, y otra estar preso de una obsesión que acarrea emociones negativas como temor y desasosiego, más aún si es sobre la muerte, uno de los mayores enigmas a los que se ha enfrentado la humanidad. Como dice una máxima de La Rochefoucauld: “Ni el sol ni la muerte pueden mirarse con fijeza”, así que estate atenta a si esta idea es recurrente y si te viene como impuesta desde fuera o si realmente es un ejercicio voluntario del intelecto. Ten en cuenta que una constante representación anticipada de la propia muerte te desvincula del presente y te impide disfrutarlo. Aprender a vivir en el ahora es una de las actitudes que más felicidad nos aporta.

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