Resumiendo, ¿puede un sabio ser un imbécil?

* Os dejo otro ejemplo de consulta, para que podáis valorar con más fundamento si os apetece colaborar con una pregunta en la sección de la revista Filosofía Hoy en la que escribo. Ésta fue publicada en el nº 8.

– ¿Qué hacer si conoces a una persona muy inteligente y sabia pero que como persona es lamentable? C. C. Facebook

Desde aquí no vamos a dar una respuesta concreta sobre qué has de hacer, pero sí podemos destacar algunas de las principales problemáticas que subyacen a la cuestión que planteas y así animarte a continuar una reflexión autónoma. Verás que tu pregunta dispara al corazón mismo de la cultura occidental.

En primer lugar, te animaría a cuestionar el uso que haces del término “sabio”, porque surge de un olvido histórico de la naturaleza de la verdadera sabiduría. En todas las grandes tradiciones, el concepto de sabiduría está ligado a un saber vivir, a una prudencia en el manejo de la propia vida, y en ese arte de vida juegan un papel fundamental las relaciones con los demás. El sabio no es, por tanto, un mero erudito, esto es: una persona instruida en varias ciencias o materias. ¿Podría tu pregunta estar relacionada con esta confusión entre sabiduría y erudición? Parece que naturalmente intuyes que alguien sabio no debería comportarse de modo indigno con los demás y eso te produce un extrañamiento y un dilema entre la atracción hacia una compañía que podría ser profunda y rica y el rechazo hacia una conducta que deja mucho que desear. Para clarificar tu situación te haría una pregunta: ¿estás identificando la complejidad con la profundidad? Muchas veces funcionamos con el supuesto de que las personas, experiencias o ideas complejas han de ser también profundas pero ¿es posible que algo que sea complejo pero no profundo? ¿Por qué asumimos que lo sencillo y fácil es superficial o carece de mérito o interés?

En segundo lugar, puede serte útil cuestionar un mito construido en torno a la Ilustración y tener en cuenta que alguien puede ser “adicto” al conocimiento/saber (¿o deberíamos decir más bien al consumo de información?), como otras personas lo son a las compras. Puede que recuerdes que en el número anterior de FH, reflexionábamos sobre la lectura reivindicándola como ejercicio filosófico, pero la moneda tiene siempre dos caras: uno puede consumir libros como quien consume comida rápida. Se me ocurren varios motivos para leer y ninguno de ellos parece hacernos más sabios: buscar las ideas que cuentan con mayor legitimidad y adquirir así una seguridad prestada evitando tener que pensar por uno mismo; evadirse de la propia vida y no hacer frente al vacío, a nuestros problemas u a otras facetas humanas que tememos afrontar… La erudición no tiene por qué ir de la mano del desarrollo real e integral de un individuo y, de hecho, puede ser una vía de escape socialmente aceptada.

Por último, no podrás contestar a tu pregunta sin clarificar qué buscas en el encuentro con otro ser humano. ¿Escoges a tus amistades? ¿En función de qué? Como ves, una buena pregunta siempre es origen de otras muchas.