«Teatro» infantil

Me inquieta y entristece ver a los niños actuar para agradar a un adulto, hacer «monerías», fingir una sonrisa, exhibir sus conocimientos o responder a una de las cien mil preguntas que les lanzamos en un día-examen que no acaba nunca. Intuyes el alejamiento de la criatura de sí mismo, la pérdida del contacto directo con sus deseos, la desvalorización de sus estados anímicos y sentimientos. Es el inicio de la impostura, el autoengaño y la hipocresía de la sociedad adulta. Algunos lo llaman educación.

Qué diferente es hacer volteretas en la playa por puro placer que hacerlo para conseguir la aprobación y los elogios de un adulto. Se produce un descentramiento en el que lo que importa es la mirada del otro, del padre, la madre, del adulto amado. Y, en cambio, qué maravilla ver el rostro de un niño que toca por primera vez la cuerda de una guitarra, iluminado por la sorpresa y el placer del descubrimiento del sonido, plenamente centrado en él, atento y repitiéndolo una y mil veces con el mismo brillo en sus ojos.

Solo en la acción que no es un medio para agradar y obtener aprobación adulta puede haber placer y alegría. Pero, sabéis, los niños nos quieren tanto que harán lo que sea para sentirse amados y aceptados. Incluso renunciar al placer y a la alegría de la palabra y la acción verdadera. Nada les importa más que tú.